Skip to main content

“Cada época histórica se distingue por una manera particular de experimentar el tiempo. La nuestra es la época de la aceleración. “ , Luciano Concheiro

Cada vez reflexiono, comparto y siento más que la vida es cuestión de elecciones y tiempo. Qué necesito, qué elijo y cuánto tiempo le destino a cada una de mis acciones.

Por ejemplo: Si escojo tener una casa con tres habitaciones, cuánto tiempo me supone satisfacer esta elección. Es decir, cuántas horas de trabajo son destinadas para pagar el alquiler y el precio de los objetos que las decoran, cuántas horas invierto para limpiar una casa de ese tamaño, etc. O por ejemplo: Si elijo comprarme un vestido rojo con lunares, cuántas horas de mi vida necesito trabajar para acceder a comprármelo, cuántas horas dedico a lavarlo, a doblarlo, etc.

Pero, ¿y qué ocurre cuando mis elecciones implican deseos que no suponen pertenencias o posesiones? ¿Qué ocurre cuando elijo cuidarme, o ser feliz, o sentirme amada?

Y si consigo entender, de forma ética y honesta conmigo misma, qué acciones requieren estas elecciones ¿cuántas horas les estoy destinando? Por ejemplo: Si elijo cuidarme y entiendo como una acción relacionada con ello comer sano, ¿cuántas horas dedico a comprar en lugares respetuosos con el medio ambiente? ¿cuántas horas dedico a cultivar un huerto? ¿cuántas horas al día destino a preparar dichas comidas? o ¿cuánto tiempo me doy para comer?

Urgente me resulta tomar conciencia de la responsabilidad que implica mi deseo. Prestar atención para no ser gobernada por los objetos. Prestar atención para no ser devorada por el imperativo cultural de ser productiva. Sencillamente ir habitando mi tiempo. Un tiempo nutricio donde poder respirar pausadamente, poder conectar con las necesidades de mi cuerpo, poder relacionarme con otras personas sin tener algo planificado, y poder conectar con arte y la naturaleza.

Permitirme reivindicar la espera, la gestación y el descanso. Permitirme merecer, disfrutar y recibir. Permitirme mostrarme, comunicar y ser. Recordarme el valor de la vida y la fortuna de los vínculos y los encuentros. Agradecer el goce de escuchar, regalar, aprender y experienciar.

Honrar mi existencia creando con mis elecciones mi propio tiempo.