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A lo largo de mi experiencia como terapeuta, he tenido el privilegio de trabajar con numerosas mujeres, cada una con desafíos personales e historias únicas. Sin embargo, a medida que profundizamos, arte de por medio, en estas conversaciones terapéuticas, surge un patrón doloroso y omnipresente: el peso invisible del patriarcado que muchas mujeres llevamos sobre nuestros hombros.

Resulta indudable que las mujeres, de diversas edades y orígenes, cargamos con responsabilidades que van más allá de lo evidente. No es simplemente la carga de las tareas diarias o el equilibrio entre la vida laboral y familiar; es la carga invisible de expectativas y normas sociales que han sido moldeadas por estructuras patriarcales arraigadas.

En muchos casos, las mujeres y personas lgbtiq+ nos encontramos enfrentando desigualdades sistemáticas en ámbitos laborales, políticos y sociales. La lucha por ser reconocidas en el trabajo, el acceso limitado a oportunidades de liderazgo, y la persistente brecha salarial son solo algunos ejemplos palpables de la manifestación de la existente desigualdad de género. Además, las mujeres a menudo enfrentamos el peso de las expectativas tradicionales en los roles familiares, siendo las principales cuidadoras y responsables del bienestar emocional del entorno.

Lo que se torna aún más desafiante es que estas presiones se encuentran tan normalizadas y están tan profundamente arraigadas en nuestra sociedad que a menudo pasan desapercibidas. Las mujeres puedemos llegar a interiorizar estas presiones, creyendo erróneamente que la incapacidad individual es la causa de nuestro malestar. Este fenómeno resulta en un desgaste emocional significativo y, lamentablemente, contribuye a un ciclo perpetuo de baja autoestima, inseguridad y agotamiento general.

Desde la consulta terapéutica, surge la necesidad de desentrañar estas complejidades, de revelar las capas invisibles del patriarcado que afectan a las mujeres nuestro su núcleo. Es un llamado a la conciencia colectiva, a desafiar y desmantelar estas estructuras opresivas para que todas las mujeres y las personas oprimidas por el patriarcado no solo sobrevivamos, sino que prosperemos en  plenitud.

En última instancia, es fundamental reconocer que la labor no es individual, sino sistémica. Al destacar y desafiar estas presiones invisibles, y no tan invisibles, podemos comenzar a allanar el camino hacia un futuro donde no nos veamos atrapadas en un sistema que nos oprime, sino floreciendo en una sociedad que valora y celebra su diversidad y fortaleza.

En resumen, entender tanto en consulta, como en la vida misma, que la vida cotidiana y lo político no están separados, sino que se entrelazan en formas complejas e interdependientes. Entenderlo para poder dimensionar qué es “lo mío”(si es que se puede decir “lo mío”), y qué “lo socio-político”, tomar conciencia para poder, en la medida de lo posible, ser más libres.