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El pasado 27 de marzo tuvimos la oportunidad de cerrar las jornadas “Preses de Franco” realizadas por la Vocalia de Dones de l’Esquerra de l’Eixample en memoria de las mujeres presas en la época franquista. También tuvimos la posibilidad de escuchar testimonios de algunas de estas mujeres y de sus familiares directos, así como de las conferencias de historiadoras e historiadores que multiplicaban dichos relatos.

La exposición fotográfica que abrió y permaneció durante estas jornadas nos permitió acercarnos a vivencias que quedaron retratadas convirtiéndose en un valiosísimo testimonio histórico, presente y futuro. Porque un país sin memoria tiene el grave peligro de volver a repetir terribles errores.

Al recibir la invitación para cerrar las jornadas “Preses de Franco”, internamente y mediante debates y sentires, desde l’Artèria tuvimos claro que debíamos hacerlo sin ser el centro de este proceso, pero sí facilitar que todo lo que había estado circulando durante los días pasados, se pudiera expresar, mediante el arte, por cada persona asistente y sintiente.

Acudimos a todas las charlas y eventos que durante el mes de marzo que se fueron realizando previos al día de cierre. Registramos lo que nuestros propios cuerpos fueron sintiendo al escuchar los testimonios, al recorrer las galerías de la cárcel, al encontrarnos con la exposición fotográfica.

Nos vimos capturadas por imágenes, recuerdos, vivencias propias y ajenas. Viajamos a través de la historia contada por las vencidas y no por los vencedores. Y así, con todo ese sentir, con todas esas memorias en el cuerpo y en el alma, diagramamos el acompañamiento de cierre de unas jornadas que apuntaron a dar voz, tras años de ser silenciadas por una historia oficial que no quiso oirlas.

Mujeres mayores contando su historia, mujeres jóvenes escuchándolas y vibrando juntas con cada palabra, con cada lágrima, con cada fortaleza.

El teatro de la cárcel Modelo permaneció frío, gris oscuro y aparentemente indiferente a lo que allí sucedía. Cuando cada persona asistente se fue presentando con su nombre, el frío fue mermando, ojos cerrados para vernos desde dentro, respirar para descongelar, recordar para no olvidarnos, identificar lo que necesito para poder pedirlo y sobre todo para poder dármelo. Este fue el punto de partida y de regreso.

Las imágenes brotaron con colores diversos, el cuerpo también habló con su lenguaje en quietud y movimiento y la palabra hecha poesía resonó como un eco de lo que allí nacía.

El dolor por lo sucedido sigue su camino, las voces acalladas siguen reclamando que se les oiga. Espacios de arte y escucha hacen que el dolor sea reconocido, que las voces sean oídas, que la memoria se plasme de manera contundente y vital.

Granito de arena.